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domingo, 20 de marzo de 2022

Felicidad y sustentabilidad

¿Qué es la felicidad? Todos la buscamos, pero a nadie le resulta fácil definirla. Parece ser algo muy personal y a la vez un concepto como es el de la paz, algo que podría ser consensuado por todos. En general, la felicidad siempre refiere a estados emocionales que son positivos, placenteros, que generan paz y armonía en el interior de la persona y que se traducen finalmente, en una vida satisfactoria y con bienestar. La búsqueda de la felicidad nos ha llevado en diferentes direcciones. En los años 50 y 60, el confort se puso al centro de la búsqueda de la felicidad. Todos tuvieron autos y máquinas que ayudaron a cumplir funciones que antes eran artesanales. En los 70, se hicieron presentes en los cumpleaños los platos y los vasos de cartón y en los 80, aparecieron los envases descartables para no llevar a cuestas, el peso de los envases retornables de vidrio. En ese momento, el confort era el objetivo y supusimos que era un sinónimo de la felicidad. Pero las cosas no fueron siempre así. Mi abuela, nacida en 1902, tenía pocas cosas y un solo vestido para salir. No le faltaba ni le sobraba nada. Tenía tiempo, amigos, hobbies, ahorros, y una vida más satisfactoria que la de los que vinieron después y generaron niveles de confort que pusieron en peligro las necesidades de las futuras generaciones y la supervivencia de otras especies. La necesidad de poner la mirada en una vida más sustentable, nos llevó a replantearnos a la felicidad entendida como confort. ¿Son realmente más felices las personas que más tienen? Parece que no. Consultoras como Gallup, que invierten mucho en estudiar a la felicidad en diferentes contextos y datos como los que provienen del Indice de Felicidad del Planeta, dan cuenta de que una vez satisfechas las necesidades básicas, la felicidad proviene de otras fuentes. La realidad es que disfrutamos de un auto nuevo durante un tiempo limitado. Después, nos acostumbramos y el auto ya no tiene el mismo efecto. Pero otras cosas, como la educación, adquirir competencias nuevas, la libertad, la seguridad, las relaciones afectivas, el clima laboral positivo, los vínculos sociales, sí son factores que contribuyen a la construcción de una vida feliz. Algo interesante, es que la desigualdad entre las personas vuelve a las sociedades más infelices. Ni siquiera los individuos más favorecidos son felices si conviven con desigualdades. Alcanzar la felicidad empieza a depender de que evitemos explotar a otras personas y al ambiente. Hoy, la felicidad y la sustentabilidad empezaron a ser conceptos interdependientes, que cuestionan la idea de felicidad que se gestó a partir de la Segunda Guerra Mundial, con base en el consumo y en la seguridad de “tener”. Sabemos que tenemos una tendencia natural hacia la felicidad, pero lo que posiblemente, sea una novedad, es que nuestra felicidad está muy conectada con el bienestar de las otras personas. Y es por eso, que las desigualdades son una fuente de infelicidad. De hecho, la gratitud, la generosidad, la empatía, típicas de las relaciones humanas que contemplan la felicidad del otro, activan los circuitos cerebrales del placer que liberan dopamina y motivan a las personas a repetir las acciones que generaron esa sensación placentera. Esto hace que estas actitudes positivas se repitan y que, a la vez, retroalimenten los estados de felicidad. Notablemente, se trata de los mismos circuitos que se activan en el cerebro cuando disfrutamos un auto o una cartera nuevos. Esta activación nos motiva a desear más autos y más carteras, repitiendo la acción que produjo esa activación cerebral feliz. Y otra cosa sorprendente, es que aquí yace la razón por la cual el afán de consumir nos genera frustración. Inevitablemente, cada vez vamos a querer más. Nos acostumbramos a lo que ya tenemos y empezamos a desear siempre algo más. en cambio, generan un bienestar duradero. Siempre podemos volver a escuchar a un amigo o abrazar a una persona querida y siempre se podrá sentir como algo renovado. Otros circuitos cerebrales también se activan frente a los vínculos humanos. Así es como liberamos oxitocina, que genera el apego, la necesidad que tenemos de proximidad con algunas personas. También está la endorfina, que produce alegría y la serotonina, que nos da un bienestar a largo plazo. La conexión con la naturaleza también activa estas hormonas. Frente al verde de las plantas y con la exposición al sol, se libera serotonina y el ejercicio al aire libre, es una fuente segura de dopamina y de endorfina. Conspirar contra los entornos verdes pasó a ser una forma de conspirar contra la propia felicidad. Dos estudios hechos en Inglaterra obtuvieron resultados muy contundentes en este sentido, al punto que se ha planteado la idea de que cada ciudadano inglés, para 2030, tenga acceso a parques gratuitos y cercanos como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Los espacios verdes invitan a compartir con otros, a hacer actividad física y a llevar una vida más saludable. Y la salud propia y la del entorno, son componentes comprobados de la felicidad. La globalización también hizo lo suyo para que empiece a cambiar el paradigma de felicidad. La información fluye con mucha rapidez y nos pone delante del hecho de que nuestras elecciones y nuestras decisiones en busca de bienestar pueden tener impacto del otro lado del planeta. Más allá de las diferencias políticas, económicas y de las distintas ideologías, no podemos escapar de la percepción de que más allá de cualquier diferencia, está el hecho de que compartimos el planeta. Las desigualdades del otro lado del mundo empiezan a vivirse como locales. Por eso, la felicidad de cada uno, depende ahora de la equidad, vista de un modo global. Otra cosa que se suma y no parece ser casualidad, es el Mindfulness que en los últimos años ganó muchísimo terreno y parece tener que ver con esta conciencia aumentada. Las personas se están separando de las ansiedades propias de la cultura del consumo y empiezan a apreciar la experiencia, a ser más conscientes de su entorno y de sí mismos y a querer ubicarse en el aquí y ahora. Parece ser claro, que, para las nuevas generaciones, la experiencia está por delante de las posesiones. Prefieren hacer que tener. La vida sustentable, el cambio en la mentalidad, la globalización y la felicidad puesta en la armonía con el entorno le abrieron las puertas a esta forma de meditación que demuestra una vez más la tendencia al cambio, en la búsqueda del bienestar y de la felicidad. Gabriela González Alemán, neurocientífica, Dra. en Genética del Comportamiento y fundadora de Brainpoints @brainpoints //
http://dlvr.it/SM20MF

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