Cómo enseñarle a un animal que no razona, que no debe hacer el mismo camino para llegar a un lugar donde no debe ir. Cómo enseñarle que ese camino no es el correcto y que, en definitiva, si tiene un éxito será menor, y que solo podrá sacar un choclo del maizal para mostrar como un paupérrimo éxito.
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En otros lugares del mundo se entiende que el malo es malo, que el policía es servidor público, que la justicia es el órgano que aplica las sanciones que deben de ser ejecutadas, que la corrupción es un mal que abarca a todos los estados de la sociedad.
Pero aquí todo eso debe ser explicado varias veces porque cada cual tiene un enfoque diferente y se tergiversan los sentidos.
Pensemos: ¿cuántas veces escuchamos hablar de Rosario, la ciudad de Rosario de la provincia de Santa Fe? Que es hermosa, que es cuna de músicos y humoristas, de poetas de buena prosa, ciudad de estudiantes universitarios y de bella ribera del río, que es pujante o al menos lo era, que el parque independencia.
Estigmatizada hoy como la narco-ciudad del país, con cierta razón, pero ocupando ese podio entre CABA, Gran Buenos Aires, Tucumán, Santiago del Estero, Mendoza, Corrientes, Córdoba, y otras. Más por malas acciones políticas que por que su población sea una población permeable al narcotráfico.
17 homicidios cada 100 mil habitantes en la ciudad, comparados con los 5,5 homicidios cada 100 mil del promedio total país, nos pondría en alerta y nos indicaría que a Rosario solo se puede ir con auto blindado y si es muy necesario, pero en verdad no es así. De lo que habría que blindarse es de los funcionarios ineptos y corruptos que de una u otra forma dejaron que esto sucediera con el correr de los años.
No solo Rosario tiene ese problema. Buenos Aires provincia, con su tan afamada Fuerza Buenos Aires, ya tiene en el Conurbano una cifra cercana a los 10 homicidios cada 100 mil habitantes, cosa que está in crescendo y que nunca se había visto si uno observa administraciones anteriores.
El resto del país duerme el sueño de los justos, donde los policías tienen el arma soldada a su cintura, y cuyo mayor peligro para ellos es cuidarse de no ser atropellados por un auto en un control de tránsito.
¿Tienen algo en común Rosario en Santa Fe y el Gran Buenos Aires? Vaya que sí que lo tienen.
Primero, están siendo parte de una red de comercio ilegal de origen externo de narcotráfico. Por distintos motivos. Una es una ciudad multipuertos con capacidad logística como un Hub de distribución y la otra zona geográfica del GBA es la de mayor concentración de población y potenciales clientes consumidores.
Segundo, dos geografías necesarias para que nuestro país siga siendo una gran autopista del narcotráfico y lugar de exportación hacia otros continentes. Transporte, logística, bodegas, puertos, enfriamiento, adecuación, empaque, etcétera.
Tercero y por último -para no seguir hasta el cien-, la corrupción judicial, política y policial está a la orden del día y es parte necesaria para que el delito crezca, la inseguridad brote y el narco se desplace tranquilamente entre la población de estratos más bajos subsumida en la pobreza estructural, donde a los hijos les resulta más atractivo ser soldaditos de la droga que futuras personas de bien.
Poca gente bien intencionada pasó por cargos máximos de gobierno y puso en manos de ineptos sin conocimiento a la seguridad pública y la lucha contra el narco. ¿El resultado? El resultado está a la vista. Santa Fe y Buenos Aires pidiendo a gritos fuerzas federales para combatir el narcotráfico y bajar la cantidad de homicidios en sus jurisdicciones.
Parecen hermanas gemelas estas dos provincias. Ninguna secuestra o decomisa cocaína, no la encuentran o no quieren encontrarla, siendo esta la mayor fuente de ingresos de las bandas de narcos en chancletas que tenemos por aquí, sustancia con la que se vuelan la cabeza nuestros chicos. Es extraño, ¿no?
Ninguna posee fuerzas policiales realmente con vocación de servicio, formadas y capacitadas para lo que tienen que llevar a cabo. Son fuerzas policiales que, a decir verdad, se alternan con la llama olímpica de la corrupción. Cuando una obtiene la medalla de oro la otra gana la plateada, y así sucesivamente y viceversa.
¿Mas coincidencias? Estas dos gobernaciones con sus ministros de Seguridad a la cabeza nunca en los traspasos de poder entregaron una seguridad pública aunque sea un poco mejor que la que recibieron. Siempre bajando al subsuelo. Esa fue una constante del terror de dos fuerzas policiales que, siendo limítrofes en geografía, suman casi 125 mil efectivos armados.
Ahora, a buen puerto van por agua. Recurren a Aníbal Fernández, que ya dio muestras en sus anteriores cargos de ministro de Seguridad y de Justicia y Seguridad, que justamente la lucha contra el narco no es su fuerte.
Recurren a él como si fuera el Jesús del madero, para que multiplique Gendarmes en esas zonas, cayendo nuevamente en el error de pensar que, extrapolando fuerzas federales de un lugar a otro, se puede combatir profesionalmente la comercialización de drogas y tener un resultado exitoso, o al menos electoralmente exitoso.
A decir de mis maestros en Medellín, Colombia, el General de Policía Mendoza Guzmán, y el ex vicealcalde de Gobernabilidad y Seguridad de la ciudad, Luis Fernando Suarez Velez, ambos conocedores de la realidad de nuestro país: "Hagan algo ahora, luego será tarde", me dijeron hace varios años atrás.
Bueno, hicimos oídos sordos. Así nos irá.
Por Jorge Luis Vidal, analista en inteligencia delictual
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miércoles, 13 de octubre de 2021
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