Nuestro país viene sufriendo una sequía extrema que ya lleva un largo tiempo, a esta situación le debemos sumar el efecto devastador de los incendios, eje de la presente nota.
Si revisamos las noticias de los medios de prensa del último año, para no extendernos demasiado en el tiempo, podremos observar que resulta diario leer sobre incendios forestales o de interfase a lo largo y ancho del país; hecho sumamente grave, que termina pasando casi inadvertido para el común de la gente ya que son noticias prácticamente cotidianas. Pero qué sucede, cuando las crónicas mencionan que el humo afecta a los habitantes de las grandes ciudades, como ocurrió recientemente en Rosario o Buenos Aires, entonces sí, los funcionarios reparten responsabilidades sin que nadie se haga cargo de lo que viene pasando.
Y por qué decimos que nadie se hace cargo, porque mientras seguimos repartiendo responsabilidades de quién tiene la culpa, los incendios continúan ocurriendo y representan una catástrofe ambiental con miles de hectáreas consumidas por el fuego. Esta tragedia ambiental termina naturalizándose por el común de las personas que ve por televisión o lee estas noticias de manera periódica sin que nada suceda.
Una de las peores cosas que nos puede suceder como sociedad es esto, naturalizar este tipo de hechos que nos afectan a todos. Con la crisis ambiental que enfrenta el planeta no podemos darnos el lujo de seguir viendo como “algo natural” los incendios intencionales y la falta de coordinación entre los distintos actores que tiene competencia en la materia. Es necesario que la justicia actúe de manera eficaz ante este tipo de hechos y es imprescindible la articulación entre la nación y las provincias para trabajar de manera preventiva.
Pareciera que los incendios forestales solo se combaten con medios aéreos, es imprescindible fortalecer los equipos de las brigadas provinciales con personal entrenado. Estas deberán estar desplegadas en las áreas más sensibles de cada provincia y preparadas, no solo para combatir el fuego, sino también realizar tareas preventivas como cortafuegos y quemas prescriptas en las épocas que corresponda.
Es necesario reformular la manera de abordar el problema porque la realidad nos demuestra que estamos fracasando. No es posible seguir corriendo detrás de los hechos, es necesario trabajar de manera articulada tanto en el combate como en la prevención. El estado debe sostener en sus distintos niveles: municipal, provincial y nacional a largo plazo políticas públicas en materia de manejo del fuego para mejorar y sanear la relación de la sociedad con los ecosistemas, con la naturaleza en sentido amplio y holístico: la tierra, el agua, el fuego y el aire, con toda la vida que sustentan. De otra manera, solo seguiremos viendo el reemplazo de áreas naturales que conservan biodiversidad y brindan servicios ambientales imprescindibles para el ser humano, por áreas devastadas improductivas a largo plazo.
El camino que debemos seguir es asumir responsabilidad colectiva, en todo el abanico de roles que nos compete, a todos los actores y grupos sociales, organizaciones de base ciudadana, sectores de la vida rural, gobernantes, políticos, para avanzar en mejorar la operatividad y efectiva respuesta a la prevención y control del fuego. Articulando los recursos humanos y materiales de todas las organizaciones públicas, no gubernamentales, y productivas privadas, empresas rurales y forestales, donde es clave la coordinación de acciones, de toma de decisiones, con conciencia de priorizar la seguridad de los recursos actuantes ante los grandes incendios, así como la población amenazada, la vida y los bienes naturales y culturales en general.
Por Hernán Ibáñez, naturalista Fundación Azara.
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