El amor es un juego, y pocas veces te das cuenta que eres uno más de los jugadores porque, sencillamente, el amor te involucra a tal punto que te lleva al desenfreno de alegrarte, a conocerte; te pierde, te domina.
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El amor devora el tiempo. Se vuelve un voraz come horas y minutos; come sueños.
El amor produce alergia a los amaneceres, a los despertares, a los adioses. El nos fuerza a desear sin sabores, sin amaneceres, sin sentidos.
El amor es un juego que no sabes que juegas, que puede extenderse o que culmina. Es un as en la manga del destino.
Podemos sintetizar que el amor nos es un objeto punzocortante; es la sangre vertida, derramada en la costilla del amante.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires) recibe un saludo, y mi deseo que Dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas; y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
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miércoles, 29 de abril de 2020
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