Los sistemas de defensa y vigilancia se perfeccionan a pasos agigantados para poder enfrentar nuevos dilemas ante las demandas de mayor seguridad. Desde hace años, el reconocimiento facial es una de las metodologías de seguridad con mayor evolución que permiten una trazabilidad de parámetros para detectar posibles delincuentes.
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Esta herramienta recurre a distintos algoritmos y una multiplicidad de datos que son almacenados en bases complejas, con capacidad de conformar una imagen bidimensional o tridimensional, que luego a gran velocidad los distintos software o hardware realizan una comparativa de los mismos buscando miles de puntos de coincidencias para identificar a un rostro.
Asimismo, el avance en el nivel de algoritmos permite que sea 20.000 de veces más seguro que las tecnologías de biometría, como lo son las de huella digitales. El acceso a estas tecnologías de forma global ha diversificado su utilización, ya sea para acceder a una función o aplicación de dispositivos móviles, o bien para la identificación de animales para mejorar el seguimiento de una línea sanguínea o comportamiento de los mismos en el mercado cárnico.
En Argentina, si bien ha habido una suerte de desarrollo de este mercado, esos avances no fueron impulsados con la celeridad esperada, su enfoque se centró mayormente en la seguridad física y control de acceso, limitando su uso a formas más desarrolladas como, por ejemplo, la seguridad pública para la identificación de potenciales delincuentes.
Aunque el uso del reconocimiento facial puede ser un tema controversial, tiene una penetración más frecuente de lo que creemos, y un uso extendido a lo largo de las distintas aplicaciones que utilizamos. Algunas redes sociales poseen hoy una de las bases de datos de imágenes de rostros más extensas del mundo, que aplican estos algoritmos de reconocimiento. Asimismo, cada día mas dispositivos habilitan su uso brindando diversos tipos de accesos debido los bajos costos de su uso. Pero la promoción de nuestros rostros, en general, no lo hace nuestro teléfono ni los dispositivos que usamos, sino los mismos usuarios que publican miles de fotos y las hacen públicas en los perfiles de distintas aplicaciones. ¿Cuántas fotos enviamos por distintos medios, con una facilidad e inocencia sin precedentes? Existen miles de “Selfies” de una persona de manera pública girando por el mundo, y uno no lo considera de esta forma.
Sin embargo, un posible robo del algoritmo permitiría generar una base de conocimiento de rostros, y utilizar esta información en contra de esas personas o provocar una violación a la privacidad de las personas, y -por consiguiente- a los aspectos personales de distintas de su vida. Además, el atacante tendría disponibilidad para producir una metodología de ataque a la privacidad y el anonimato de un individuo. En malas manos, también podría generar una trazabilidad del comportamiento y resultados sobre el comportamiento de una persona.
Es posible que uno se cuestione sobre la relación entre privacidad y reconocimiento facial, y qué se puede entender como un “sistema seguro”. La disponibilidad de este tipo de herramientas permite resolver casos de manera rápida y eficiente, multiplicar las posibilidades de vigilancia y seguridad en pos de la sociedad. Ahora, ¿si puedo identificar a una persona entre miles, establecer sus patrones de comportamiento, preferencias, entre otros parámetros de su vida, por qué no podría perjudicar su imagen o alterar incluso su vida profesional?
En este caso, como en todos en los que la tecnología está de por medio, el gran problema no es el dispositivo o el uso que realizan los diferentes organismos del Estado para cumplir con su rol correspondiente, sino el abuso que realizan los usuarios exponiendo sus vulnerabilidades de manera pública a través de sus redes sociales, bajo el acecho de estafadores y delincuentes que persiguen víctimas a las cuales acorralar con fines económicos. Asimismo, los sistemas de reconocimiento permiten establecer patrones y detectar con mayor eficiencia y velocidad a un potencial sospechoso con mayor efectividad que el agente humano. Aun cuando las personas no pueden reconocerlo, esta tecnología aplicada de forma correcta y segura, se transforma en un beneficio para la sociedad.
*Por Emanuel Hermosilla, Country Manager en Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia en F5 LATAM.
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