Nuestro país se viene achicando desde hace décadas. La causa es irrefutablemente política. Sufrimos tormentosas situaciones, una detrás de la otra. Sin remontarnos demasiado, se incendiaron iglesias, sedes partidarias y hasta un club social.
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Desde la más alta tribuna se habló de colgar a los opositores y de que el escarmiento sería de cinco por cada uno de los propios – oficialistas a la sazón – que caigan. La Armada bombardeó tanques de combustible en el puerto de Mar del Plata y amenazó con similares lanzamientos en la Capital. Luego, se prohibió hasta pronunciar un patronímico. Se proscribió a una fuerza política, victimizándola en vez de superarla a través de una mejor administración. Al presidente que asumió el 1 de mayo de 1958 se le hicieron 29 planteos militares, a veces por fútiles motivos ¿Cómo gobernar con una crisis cada mes y medio? A su sucesor, con superávits gemelos, sin inflación ni desempleo, con absoluta libertad de prensa y con un proceso de rehabilitación de la corriente política proscripta se le hizo un ‘plan de lucha’ con toma de fábricas y agitación pregolpista. El siguiente turno correspondió a quien trazó una estrategia enrevesada, la economía al principio y la política al final, con el resultado cantado de que, siendo la política el problema, al final de los cuatro años del facto el problema devino en problemón, Cordobazo y Montoneros nacientes de por medio. Sin omitir que para estabilizar a la economía, en vez de corregir sus estructuras, se apeló al dólar barato, con el inexorable colapso traducido en un shock de mercado, esto es los peores golpes que se experimentan, pues los da anárquicamente el mercado desbordando a la autoridad estatal inerte e inerme. Siguió un ambicioso líder militar, que se autopercibía como político, que desafió al otro líder diciéndole que “no le da el cuero”. El retado lanzó una operación pluridimensional, desde cautivar a las clases medias ‘contreras’ hasta replicar al Viet Cong al modo criollo, esto es una guerrilla urbana asaltante, secuestradora y mercenaria que puso en vilo a la política y por ende produjo devastación económico-social. Repuesto en el poder luego de 18 años, el conductor estaba enfermo y aunque intentó una histórica y postrera enmienda exhortando a la unión nacional no pudo mantener las riendas de un escenario que se desbocó hasta concluir en la dictadura. Antes, los cimientos vibraron peligrosamente con el recordado y triste ‘rodrigazo’, un sinceramiento brutal de los fenomenales previos desatinos y despilfarros.
Sin valentía ni lucidez, el régimen militar pretendió combatir al terror con la misma moneda. Las secuelas de este error estratégico persisten hasta hoy, ahora bajo la falaz bandera de los derechos humanos añejos mientras se conculcan los derechos humanos más básicos presentes y cotidianos, como el patente y horrible caso de Formosa. El presidente de la democracia restaurada vio como se dilapidaba su enorme caudal político y simultáneamente se descarriaba la economía, entonces con la irrupción de la fatídica hiperinflación. Continuó un presidente intuitivo, pero sin otro plan que el poder. Logró llegar a un oasis que culminó siendo un espejismo, el famoso 1 a 1. Su decenio naufragó en la bomba de tiempo que le dejó a su cuasi autómata heredero. Así arribamos a la era K con el entronizamiento de un político pragmático carente de identidad – salvo la de autócrata sureño – que sólo atinó a construir poder asentado en dos pilares: la bandera de los derechos humanos – a modo falsario e hipócrita – y los altos valores circunstanciales de los commodities. Cuando estos últimos se redujeron, se recurrió a la ‘estadolatría’, haciendo crecer exponencialmente al empleo público, gastador, mediocre para quien lo desempeña, empobrecedor colectivo por antonomasia. Australia con la mitad de la población argentina tiene más empleo privado que nosotros (casi 10 millones frente a nuestros apenas 8, en una relación del 49, 9% que contrasta con nuestro 19% respecto de la población económicamente activa). Así tenemos hoy el peor escenario: un Estado gigantesco, pero literalmente ausente cuando la gente lo necesita. Para colmo, incuba castas oligárquico-privilegiadas en nombre de la igualdad y la justicia. Las vacunas vip lo patentiza. Este último año, cual ‘cartón lleno’, en un país plagado de incertidumbre el gobierno sólo posee la ‘plandemia’ como falsa directriz de su gestión.
No se puede eludir al período del Cambio, de 2015 a 2019 ¿Dónde estuvo la clave de su relativa frustración? El presidente Macri lo expresó:”Mi error fue delegar la política”. Traducido, el yerro antes que económico fue político.
Esta cadena de décadas de desaciertos – para usar un vocablo suave – está suscitando una nueva y dolorosa oleada de emigración de cerebros, de trabajo calificado y sobre todo de jóvenes, la mayoría con aptitud y vocación emprendedora, vale decir precisamente lo que más requerimos para salir de este angustioso atolladero histórico. Para peor, las pujas políticas llegan hasta los codazos, en una muestra de inconciencia dirigencial alarmante.
La conclusión es tan sencilla de expresar como compleja de realizar: es menester una fuerza política organizada lo suficientemente amplia y cohesionada que se comprometa a ejecutar las profundas e ineludibles reformas que país no puede postergar más. Cuando esa herramienta político-social esté definitivamente a la vista- los cimientos están en el 41% de 2019 - la desilusión trocará en esperanza, ciertamente provisional y hasta lábil, pero esperanza al fin. Con esa organización y esa expectativa se podrá comenzar con una faena – es mil veces más que una tarea – de volver al rumbo de prosperidad general dejando atrás al patético camino de ‘pobreza para todos y todas’ que nos proponen estos igualitarios de pacotilla.
Por Alberto Asseff
Diputado nacional de Juntos por el Cambio.
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lunes, 1 de marzo de 2021
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