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lunes, 10 de julio de 2023

¿Por qué serían peligrosas las ideas liberales?

Nunca voy a entender por qué nos acusan a los liberales de tener un pensamiento extremo. Un pensamiento extremo es promover y justificar la quita de dinero a la persona que lo ganó fruto de su propio esfuerzo, para financiar las demagogias de políticos empobrecedores. Intentar regular y controlar la libertad de expresión, ya sea en medios de comunicación tradicionales o en las redes sociales. Desmerecer la meritocracia, sin diferenciar a quiénes se esmeran de quiénes no. No respetar la propiedad privada, creerse con derecho a poseer lo que es de los demás, mas no estar dispuesto a dar lo propio o incluso insultar al exitoso por su riqueza, mientras se aplaude a un funcionario que la obtuvo a través del robo hacia su pueblo. Imponer una ideología única y adoctrinar en las Escuelas y Universidades, castigando al alumno que investiga y analiza, es decir, al estudiante que no repite, sino que piensa. Considerar que el que delinque, el que roba, el que viola, el que secuestra, el que tortura, el que estafa, el que lastima y el que mata, posee más derechos que su víctima y que el resto de los ciudadanos honestos. Por ende, que el derecho a la defensa propia no existe. Que ser gobierno te convierte automáticamente en el dueño de tu país, lo que te da privilegios de una casta y no en el administrador que trabaja para sus ciudadanos y que debe ser el primero en dar el ejemplo. Que hay que militar el malgasto de los recursos de las personas, especialmente de las más humildes, en empresas estatales que dan pérdidas millonarias todos los días en nombre del “nacionalismo”. Y, sobre todo, que no se proteja el valor más importante en la vida de los hombres, la libertad. Eso es poseer un pensamiento extremo y en países como Argentina, lamentablemente, todos los días sufrimos las consecuencias. ¿Por qué se nos trata de “oligarcas” e “insensibles” cuándo queremos que todas las personas vivan mejor? Cuando promovemos la educación y el progreso. Cuando abogamos por un estado que mejore la calidad de vida de sus ciudadanos, que sea lo más pequeño posible para cuidar los recursos de los mismos y que jamás de los jamases interfiera con sus libertades individuales. Cuando comprendemos lo que significa ser pobre, así como las graves consecuencias de la pobreza que sufren aquellos que la padecen, y, por lo tanto, en vez de romantizarla queremos solucionarla. Cuando tenemos bien en claro la diferencia entre un ciudadano de bien y un delincuente y defendemos siempre al primero. Cuando explicamos que el Estado no nos brinda nada de forma gratuita, puesto que el mismo es financiado por los contribuyentes y que ese tipo de acciones dañan nuestra economía, resultando en el perjuicio de todos. Esto, entre tantas otras cosas. Oligarca no es el productor de campo, que se levanta a las 5 de la mañana todos los días, que afronta el riesgo de las pérdidas que le puedan generar los cambios ambientales, la temperatura, la sequía o, por el contrario, las inundaciones y que, en definitiva, le da de comer a miles de personas con sus productos. Oligarca tampoco es el empresario, ya sea de una organización grande, mediana o pequeña, que comercializa bienes y/o servicios a sus clientes, satisfaciendo sus necesidades y deseos, cuando al mismo tiempo le da trabajo a uno o a millones de empleados, para que estos puedan vivir mejor y mantener a sus familias e incluso ganar la experiencia necesaria para realizar sus propios emprendimientos. Ni mucho menos un trabajador de clase media que se esforzó durante años en el sector privado y logró ahorrar en dólares para irse de vacaciones al exterior, así como invertir en algún negocio o comprarse alguna propiedad. NO. Oligarca es el político cómodo, que cobra un sueldo extremadamente alto sin ofrecer ningún servicio a cambio, que es corrupto y que usa el estado a su antojo mientras empobrece a su población para que ésta se convierta en su rehén; la cual lo seguirá votando porque depende de las limosnas de este político, quien, a su vez, las obtiene de aquellos que aún tengan un poco de pulmón para contribuir. Y cuando éstos pierdan ese pulmón, también se convertirán en pobres y deberán depender de estas limosnas. Es un círculo vicioso del cual es casi imposible salir. Así comienza mi primer libro, “Cómo construir la épica liberal”, disponible en librerías Cúspide, Yenny y El Ateneo, cuyo objetivo es contribuir con la causa que aboga por las ideas de la libertad, que son aquellas que nos sacarán adelante como argentinos. En un año tan especial como este, con elecciones que determinarán nuestro futuro por los próximos cuatro años, es fundamental que nos involucremos en esta batalla cultural para mejorar nuestra realidad. Afortunadamente, en este último tiempo ha resurgido una nueva corriente de jóvenes, entre los que me incluyo, que reivindicamos los valores que le han traído bienestar a la humanidad y que nos convirtieron en una gran nación hace mucho tiempo. Es hora de que vivamos en el país que soñamos, con oportunidades de desarrollo y progreso para todos los ciudadanos. ¡Viva Argentina y viva la libertad! Por Maia Ocampo, autora del libro: “Como construir la épica liberal”
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