El miedo que sienten los bebés y los chicos más chiquitos cuando ven que sus figuras de apego (su mamá, su papá o cuidador primario) se van del lugar en el que ellos se encuentran, ya se porque dichos adultos tienen que irse a trabajar, ir hacer las compras, etc, suele generar en la mayoria de los adultos situaciones cargadas de tristeza, dado que nos angustia mucho su llanto y malestar cuando nos tenemos que alejar fisicamente de ellos.
Lo que tenemos que tener primero presente es que el miedo, como toda emoción, está presente en los niños desde su nacimiento y su presencia se la considera un signo de salud para su desarrollo cognitivo y emocional, ya que con nuestro acompañamiento, aprenderán a desarrollar recursos para afrontarlos y dichas herramientas les servirán y acompañarán a lo largo de la vida. Esta emoción cumple un rol fundamental en su desarrollo, ya que le proporciona a los niños información de aquellos lugares, animales, personas que pueden ser nocivos para su seguridad. Por lo tanto, su función es adaptativa: nos protege de posibles y/o potenciales peligros, reales o imaginarios, siendo una de las emociones básicas necesarias para nuestra supervivencia.
A lo largo del desarrollo, los niños experimentan miedos llamados “evolutivos”, que son temores transitorios, que van cambiando con la edad, es decir a medida que van creciendo, y están basados en objetos o situaciones reales o imaginarias. Por ello, es importante conocer cuáles son los miedos más frecuentes y evolutivos presentes en la primera infancia para contar con dicha información a la hora de ayudarlos.
A medida que los chicos van creciendo y explorando su entorno, se van encontrando con situaciones nuevas que hacen que los niños experimenten miedos. En esta exploración, dicha emoción posibilita que los niños sean prudentes y que su curiosidad por conocer su entorno no sea “ilimitada”, esto significa que ante la presencia del miedo, el niño evitará alejarse demasiado de nosotros a pesar de su afán de exploración por conocerlo todo.
Los miedos más frecuentes en los bebés entre los 0- 2 años, están relacionados con los ruidos fuertes, con los extraños, a la oscuridad y sobre todo con la separación de sus cuidadores habituales. Este último temor se lo conoce como angustia o ansiedad de separación, siendo esta una respuesta emocional que forma parte del desarrollo infantil y aparece entre los 8 y 14 meses, en la cual el niño experimenta angustia al separarse físicamente de su cuidador primario.
Suele ocurrir que a veces los adultos solemos irnos sin despedirnos, hacemos un acto de “desaparición” rápida, creyendo quizás que de esa manera los niños no van a angustiarse, pero en realidad sucede lo contrario: sienten mucha angustia y desconcierto cuando se dan cuenta que su mamá /papá/ se fue de un momento a otro, sin que ellos lo notaran. Pensemos como nos desesperamos los adultos cuando dejamos algo que apreciamos mucho y nos desaparece sin que lo veamos, pensamos que se ha perdido, que nos lo han robado, y quizás es que sólo lo movieron para limpiar donde estaba, pero al no ver que se movió, nos genera angustia. Lo mismo le pasa a los niños pequeños. En esas situaciones despedirnos de ellos, mostrarles que nos vamos para que puedan comprenderlo, aún cuando les genere llanto, resulta fundamental para que el proceso de separación se haga en forma gradual y de esa manera, poco a poco vayan incorporando y comprendiendo el hábito de la despedida, donde el niño vaya asociando que si su mamá/papá/cuidador a cargo, se va, luego va a volver.
Por lo tanto, para ayudarlos a transitar y enfrentar esta etapa de su desarrollo, es importante expresarles con un lenguaje claro y sencillo, así como también transmitirles calma y seguridad a través de nuestra voz y nuestros gestos, que cada vez que tengamos que irnos a un lugar , ya sea al trabajo, hacer una determinada actividad o ir de compras, vamos a regresar. Siempre es importante despedirnos, cualquier sea el contexto y la circunstancia, para que de esta manera confíen en nosotros en que vamos a volver.
Algunas herramientas para tener presentes ante estas situaciones:
• Anticiparles unos minutos antes de irnos, que nos iremos, donde iremos y en cuanto tiempo volveremos.
• Ofrecerles alternativas para los momentos en los que no estaremos con ellos, por ejemplo: expresarles que pueden jugar o realizar una determinada actividad con el cuidador que este a cargo de él/ella durante el tiempo que estemos ausentes.
No debemos subestimar la tristeza que siente el niño/a. Ante las despedidas, es muy probable que el niño se angustie, siendo el llanto su manera de expresar como se siente. Esto es un proceso normal, que todos los niños van a experimentar. Ante su tristeza, es importante validar esta emoción y brindarles contención. La despedida forma parte de un proceso, que requerirá de mucha paciencia, afecto y acompañamiento por parte nuestra.
Lic. María Laura Lezaeta es Psicóloga infantil, y co-fundadora de JUEGOlogía (@juegologia), donde desde hace varios años equipan y forman a profesionales de la salud y familias con herramientas lúdicas y terapéuticas para trabajar diferentes áreas cognitivas, emocionales y sociales en niños.
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