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martes, 8 de noviembre de 2022

Los guantes blancos

No me quedan dudas que vivimos día a día llenos de violencia naturalizada, en una sociedad que minimiza esto y así, todos los tipos de violencia tienen moneda corriente, liquidez. La mayor parte de esta naturalidad se encuentra arraigada en la familia, en el seno intrafamiliar, si “la violencia doméstica” y la balanza siempre, o casi siempre se inclina hacia las mujeres. Una mujer es víctima desde niña y va creciendo así, entre tipos de violencias que le cambia la esencia, su vida, su destino y aunque parezca trillado: el mundo es machista. Por más que se crea que hemos avanzado mucho, no se avanzó casi nada aún. Entre las manifestaciones violentas están los verdugos a los que les llamo “guantes blancos”, sí, los asesinos silenciosos que no se manchan de sangre las manos pero tienen más sangre que cualquiera. Esos totalitarios del amor romantizado que de amor y románticos no tienen nada, los fascistas de la verdad aferrados a su mezquindad y comodidad, los terroristas de los celos por sus conductas aberrantes y, sobre todos los asesinos seriales de la voluntad de la mujer, los monarcas de la manipulación que a través de su voz tenue, sus modales “cordiales” se auto convencen que no son violentos pero estos individuos son ultra manipuladores, seres sumamente peligrosos que aniquilan la psiquis de su víctima quebrando su autoestima y con ella su voluntad. Se victimizan y hacen sentir culpable a su víctima, te mandan a lavar “mejor la ropa” de tus hijos con frases como “no puedo llevarlo al nene así mira tiene una manchita”, “¿es un animalito o un niño amor? Mira se llevó una galleta a la cama”. Todo el tiempo te hacen sentir mala madre, mala mujer, pésima compañera y amante, te sacan en cara la plata que te dan, o te hacen creer que la “manejes vos” para las cosas de la casa, pero en realidad te hacen creer que es así porque se guardan la mayoría y es tan poco lo que aportan que no podes tomar decisiones apenas para lo básico de cada día, y ni hablar de los quehaceres de la casa, claro “él trabaja” por eso no puede ni tirar en el cesto de basura los hisopos que usa o levantar algo en el piso que le acaba de pasar por encima porque “él trabaja” pero si tiene tiempo para decirte que tienes la casa desordenada o no le enseñas al hijo, orden. Su trato hostil, manipulador y violento se disfraza de un discurso con voz baja y una sonrisa, o gestos y mientras la mujer se siente culpable de no estar a la altura de nada y va quebrándose. La cosa es, que la víctima se siente culpable de ser como es y se esfuerza en vano. Si se le pide que haga algo en la casa al de los guantes blancos o se le reprocha algo no duda en decirte que trabaja un montón, que está cansado, que lo hagas vos con buena voluntad así lo aprendes hacer mejor ¿de colaborarte? Nada. De las manifestaciones de violencia más peligrosas del “guante blanco” es la indiferencia, es como que hablas con una pared, y cuando tomas una decisión es el primero en decirte que está mal pero en su indiferencia no te escucho cuando le comentabas. Es como esos Domingos en “familia” donde tu hijo y vos sobran porque el “guante blanco” esta con sus hermanos a las carcajadas, ahí le conoces la voz, la risa y como presta atención, cocina y hasta pone la mesa y claro si pasa algo con el nene te pide que te hagas cargo vos. Esa incomodidad que genera sentirse sobrada es indiferencia, esa que hiela de dolor. Él y los hermanos opinando de tu hijo y si decís algo, “el guante blanco” se victimiza defendiéndolos que quieren lo mejor para el nene dando a entender que la culpable - porque eres todo menos buena madre- es una, pero él, claro, no le cambia ni un pañal. Llegas tener la vida absorbida por tu rol de ama de casa y madre y ahí también empieza la violencia económica. En su discurso de buen hombre dice que quieres que tengas una vida, que estudies o hagas algo para ti, pero… ¿en qué momento, tiempo y con qué recursos? Claro, sino hay tiempo es tu culpa porque eres una desordenada que no te estructuras vos menos al hijo, y lo mismo pasa con los recursos, él te manda hacer cosas para ti pero jamás puede quedarse con el hijo y si se queda cuando regresas a la casa es una caos, el nene paspado, con hambre y llorando; entonces, ¿con que ganas poder irte si sabes que no le presta atención al nene? Y luego vienen los reproches que lo haces malcriado, que esto y que el otro, todo con amabilidad manipuladora y otra vez la basura vale más que vos. ¡Ah, los recursos! Si no tienes para comprarte ropa y andas con los suéteres de él, es porque eres una inútil que ni manejar el dinero sabe. El “guante blanco” tiene un master en reproches, que no lo parecen porque es “el señor del disfraz”, sus lanzas de palabras, la pólvora de su lengua se vuelven culpas, sí, culpas directas a la mente de la mujer. Y ni hablar si hay una separación o engaño, la culpable de la separación es la mujer por mala madre, mala administradora, porque todos sus defectos le arruinó la vida a él, pobre hombre que se mataba trabajando y los asados y los partidos de futbol que hacia semanalmente no le alcanzaba para sacarse el estrés que le provoca una mujer no tan mujer, y lo mismo si la engaña fue culpa de ella. En fin, el “guante blanco” pobrecito necesita ser feliz, se va, sigue su vida como si nada y la mujer envuelta en un coctel de terapias, medicación, necesidades y sintiéndose culpable, se quita la vida que ya, hace mucho dejo de ser vida y el de los guantes blancos: ¡Nunca pensó en el hijo! ¡Cuidado mujeres, cuidado con los guantes blancos! Por María Herrera. //
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