Después de asegurar que el virus contagia en todos lados, menos en lugares de trabajo y escuelas, los Fernández decidieron restringir la circulación nocturna y cerrar los ´shoppings´, pero también las escuelas – por dos semanas. Las fábricas cierran también, pero no por decreto de necesidad y urgencia sino por la velocidad que han alcanzado los contagios en ese ámbito.
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Estamos ante una re-escenificación de la ´epopeya´ de Alfonsín cuando deseó Felices Pascuas a todes, cuando acababa de capitular ante la asonada de los ´carapintadas´ de antaño. Alberto Fernández dejó pasar el jolgorio del finde largo de Semana Santa, para capitular ante el coronavirus.
Se trata de una improvisación calculada, con perdón por la contradicción. Quince días no son suficientes para medir la curva de desarrollo de la pandemia, cuando el efecto de los contagios se manifiestan a partir de los diez a catorce días de contraídos, y las escasas vacunas aplicadas a un mes o cuatro, si se cuentan las segundas dosis. Claro que esta limitación se puede resolver con una prórroga de los ´lockdowns´, pero no así las medidas económicas, sociales y políticas que deben acompañar un parate más prolongado. La decisión de los Fernández no sólo pilló por sorpresa a Rodríguez Larreta, que compartía con ellos una pasión súbita por la educación, cuando la previsión presupuestaria de 2021 reduce las partidas que se destinan a ellas – y que luego se sub-ejecutan. Probablemente los incomode el perjuicio que ocasiona el cierre escolar a las patronales de la educación privada y a las iglesias más variadas, por impagos de aranceles y una ´suspensión temporal´ del oscurantismo. También pilló a Perotti y a Manzur, preocupados por el comienzo de nuevas cosechas y circulación de camiones, o por los biocombustibles y la preparación de la zafra de mediados de año. Sin querer queriendo, los Fernández se enfrentan a una crisis política con tropa propia, y a una denuncia de violación de autonomía en el caso de CABA.
En la mañana del jueves, Alberto Fernández improvisó una oferta de 15 mil pesos a una dos millones de personas que reciben asistencias sociales. Las IFE habían cubierto con 10 mil pesos a más de nueve millones de personas. Entre la noche de ayer y la mañana siguiente no tuvo tiempo de parlotear sobre esto con el ministro de Economía – entretenido, por su lado, en conversaciones con Francisco. También anunció un rescate con Repros, de alcance incierto, para pagar salarios de la industria privada. Nada por aquí, nada por allá. Al final de la tarde debía refinanciar decenas de miles de millones de pesos de deuda pública, a un plazo un poco más largo que la ´suspensión temporal´. Mientras el coronavirus horada la salud y cancela la vida, la deuda pública corroe el del estado, más silenciosamente que la pandemia.
Como el bollo no está para hornos, AF invitó a Rodríguez Larreta a una reunión para mañana, una vez que arregló de antemano que la CABA no se va a insubordinar contra el decreto de restricciones. Habremos quince días de tregua incierta, que el fascistoide macrista buscará aprovechar para desacreditrar a sus rivales internos.
Puede haber también munición gruesa de los bancos y la Cámara Argentina-USA, como ha ocurrido en días recientes. Las fuerzas en presencia se sienten asediadas por un fenómeno popular en ascenso – las manifestaciones de trabajadores sin empleo; la insurgencia de la Salud en Neuquén; y las huelgas y el movimiento contra la ´presencialidad protocolar y segura´ de la docencia. Hay movilizaciones internas en las fábricas de la siderurgia. El impasse del conjunto del régimen, no solamente del gobierno, consiste en que no atina a contener estas luchas, luego del fracaso de los Grabois en el terreno social-barrial; de la burocracia de ATE en Neuquén; y de las burocracias y no burocracias ´presencialistas´ en el área metropolitana y el interior del país. Indudablemente, el decreto de restricciones busca también paralizar a estos movimientos de lucha, con el pretexto de la pandemia. A despecho de ello, y mientras esto escribíamos, diez cuadras de manifestantes ocupaban el centro de Neuquén en apoyo a la lucha de los trabajadores de la salud, que no están dispuestos a resignar sus reclamos frente a las maniobras oficiales.
La reclusión sanitaria se combina con la efervescencia o inquietud políticas. Kirchneristas y macristas no advierten la magnitud de su bancarrota cuando atribuyen la propagación del virus a una falta de responsabilidad de la población. La omisión y el fracaso del Estado frente a la crisis humanitaria deja a la sociedad, que ese estado estructura, ante el desafío de su propia salida. De conjunto, esa sociedad está reaccionando en forma colectiva, a través de manifestaciones sociales y huelgas; la formación de comités; las asambleas autoconvocadas. La cohesión de la sociedad frente a la descomposición del estado toma la única forma posible: la rebelión y, a término, de revoluciones.
Haber obtenido la suspensión de la presencialidad de parte del gobierno, ha sacudido la cabeza de los docentes y del conjunto del activismo obrero. Las necesidades de las masas son más fuertes que los aparatos – sean del estado y de la burocracia de los sindicatos y sus corifeos. Los recursos para hacer frente a la crisis, están – los económicos, científicos y sociales. Solo que están acaparados por la clase capitalista -el gran capital- y el estado que trabaja a su servicio. Es necesario despojarlos de ese poder.
Escribe Jorge Altamira
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viernes, 16 de abril de 2021
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