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lunes, 11 de abril de 2022

La revolución la hacemos en silencio

No es el mismo mundo. No somos los mismos. Algo ha cambiado y puede ser para siempre. Hemos comenzado a tratar de dejar atrás la hiperconectividad impuesta para comunicarnos mas pausadamente o quizás mas carnalmente donde el deseo debe ser revitalizado como signo vital y de goce. Volver al amor al amar al sentir al tocar a esos seres que deseamos. Alimentarnos ha pasado a ser casi un signo de rebeldía política desde el incremento del veganismo en las nuevas generaciones hasta la decaída en la ingesta de productos industriales. El auge de los productos orgánicos o naturales que también incluye aquellos de origen animal comienza a ganar terreno siendo la Argentina ese casi natural espacio de alimentos nutritivos. Las redes sociales con múltiples y divergentes opiniones están remplazando a los medios convencionales siendo los primeros de difícil maniobra por parte de los ya conocidos generadores de contenidos. Ahora cualquiera puede ser tanto receptor como emisor de mensajes que pueden pulular al rededor del globo. La marea de movilizaciones previas a la Pandemia y de fuerte envergadura juvenil es el signo de que estas generaciones quieren algo distinto ante también el peligro de una crisis ambiental profunda. Es allí donde se embebe lo político. El pasado armado demostró su fracaso y de resultados que todavía hoy son frescos. No queremos eso. Las cosas pueden cambiar si hay una propuesta conjunta por parte de estos jóvenes actores que son lo que vivenciaran el mundo que les toca y este puede ser construido desde otro lugar. Existe a pesar de los preceptos neoliberales una suerte de solidaridad inter generacional entre ellos que no quita su individualidad pero que les permite un progreso mas digno del que se designa. La virginidad de nuestro territorio y de nuestra cultura pueden ser bases relevantes a la hora de constituir ese entorno necesario para todas y todos ante el desgaste del resto del mundo y de otras culturas donde el rasgo democrático no es común. Esa convergencia es un don que debemos no solo conservar sino potenciar. Las naciones no mueren y hay un cambio generacional en marcha. Solo debemos enhebrar las coordenadas pertinentes para que dicha marcha nos conduzca a todos a ese lugar común de bienestar. Ezequiel Beer Geógrafo UBA Analista Político //
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