El peine rosado asoma sonriente riéndose de mis graciosos cabellos, las zapatillas desean adherirse al paro al solo contacto de las húmedas medias.
Un perro que se las jugó de vagabundo ascendió hambriento al ómnibus detenido.
Los motores aún en medio de las lentas horas intentaron ser gentiles proporcionando calefacción. El wifi decidió declarar pereza para no decretar más alertas meteorológicos.
La locomotora no quiso emitir paso, esclava del museo.
El seis de abril en toda su anchura cabalgaba a las cinco de la tarde con la simple presencia de una mosca sobre mi dulce de leche muy molesta por la ausencia de pan y manteca.
Ausencias marcan los paros.
Bolsos detenidos.
Manos en los bolsillos.
Choferes que vienen y van.
Crisis. Que suman huelgas sin respuesta.
Algunos dólares que se van y otros que fingen blanquearse.
Las lluvias que invaden sin lograr purificar. Los rezos que parecen sordos en la meseta.
¡El alma, Señor, el alma, de este seis de abril que no acaba!
*Viviana Díaz*
vivianadiaz8@hotmail.com
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