El Museo del Cenacolo Vinciano de Milán (Museo de la Ultima Cena de Leonardo da Vinci) se encuentra en el interior del complejo formado por la iglesia y el convento de los frailes dominicos de Santa Maria delle Grazie declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1980.
La iglesia y el convento fueron edificados entre 1465 y 1482, A partir de 1490, el nuevo señor de Milán, Ludovico Sforza, conocido como el Moro, reunió a los artistas más innovadores que trajaban en el Ducado con el fin de renovar su arquitectura y su decoración, entre ellos Donato Bramante, para diseñar la nueva zona absidal de la iglesia y a Leonardo da Vinci para realizar La Ultima Cena en el refectorio del convento.
A lo largo de los siglos, la excepcionalidad —inmediatamente reconocida— de la pintura de Leonardo acabaría transformando el refectorio, que dejó de ser un simple espacio dedicado a la vida cotidiana de los dominicos para convertirse en un lugar de contemplación de la obra maestra pictórica.
Hoy en día, el refectorio, en el que se encuentran La Ultima Cena y la Crucifixión de Donato Montorfano frente a frente, constituye el núcleo principal del museo. El itinerario de acceso, que recorre de lado occidental del Chiostro dei Morti (Claustro de los Muertos), desde el que se observa también el ábside de Bramante, pone de manifiesto el vínculo indisoluble entre la pintura de Leonardo y el complejo conventual.
La pintura mural que representa La Ultima Cena fue ejecutada por Leonardo en la pared norte del refectorio entre 1494 y 1498 aproximadamente, si bien los primeros dibujos de la composición datan de 1490. En lugar del fresco, el artista optó por una técnica de pintura en seco que se adaptaba mejor a su forma de trabajar, pues le permitía ir aplicando capas de color superpuestas en un lento y reflexivo proceso.
En la composición, Leonardo capta el momento en el que Jesús anuncia, según las palabras del Evangelio: «... uno de vosotros me va a traicionar», lo que genera sorpresa y consternación entre los apóstoles, reunidos a su alrededor. Gracias a ello, el pintor consigue caracterizar sus diferentes psicologías a través de gestos, expresiones y posturas de excepcional intensidad, dando una forma visible a los movimientos del alma, como él mismo los denominaría.
El maestro se sirve hábilmente de la perspectiva para presentar la escena como una extensión del espacio real, de manera que el espectador se sienta partícipe en el episodio sagrado. La luz, estudiada en sus aspectos naturalistas, también está cargada de significados simbólicos: Judas, el único apóstol que da la espalda al observador, aparece en sombra, mientras que alrededor de la cabeza de Jesús, enmarcada por la ventana central, el resplandor del cielo sustituye la convencional aureola.
La técnica empleada y las peculiares condiciones microclimáticas del refectorio provocaron una rápida degradación de la pintura, que se hizo patente desde principios del siglo XVI. Para intentar frenarla, se llevaron a cabo numerosas y repetidas intervenciones a lo largo de los siglos. Tras la última restauración, que duró unos veinte años y terminó en 1999, se puso en marcha una compleja actividad de conservación preventiva que incluye el filtrado del aire, la estabilización de la temperatura y la humedad de la sala y la limitación del número de visitantes.
En la pared sur del refectorio, frente a La Ultima Cena, se encuentra el monumental fresco de Giovanni Donato Montorfano con la Crucifixión. Esta obra no solo está fechada, sino que se trata de la única firmada por el artista lombardo, como se observa en la inscripción que aparece a los pies de la cruz de Cristo.
La abigarrada composición, poblada de imágenes nítidamente delineadas y rígidas, entronca con la tradición iconográfica del norte de Italia, con sus numerosas figuras agrupadas alrededor de las tres altas cruces que se alzan sobre el fondo de una Jerusalén imaginaria.
En las esquinas de la parte inferior se añadieron las figuras —hoy en día prácticamente ilegibles— del duque Ludovico el Moro, su esposa Beatrice d'Este y dos de sus hijos, que han sido atribuidas a Leonardo da Vinci sobre la base de algunos documentos.
En la pared oeste están pintadas una serie de guirnaldas con motivos vegetales, retratos de santos y beatos dominicos dentro de óvalos y máximas en latín, que atestiguan la primera fase decorativa del refectorio. La pared este presentaba los mismos elementos, si bien estos quedaron destruidos por los bombardeos de agosto de 1943 junto con la bóveda que cubría la sala.
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Por Flavia Tomaello,
https://flaviatomaello.blog/ , Instagram @flavia.tomaello
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lunes, 15 de julio de 2024
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