¿Por qué canta el pájaro en la jaula? ¿No entiende que está preso?
¿Por qué canta aún allí?
La realidad devastadora y aplastante, ahoga las ilusiones del alma, mientras los barrotes de antiguas heridas, cercan los latidos del corazón, los ralentizan en estruendoso palpitar. Como un tambor tribal, ofreciendo su holocausto de sangre, a las cavidades que se vacían y llenan en rítmico latir.
Él respira la humedad de viejos muros, descascarados de angustia,
que dejan ver ladrillos de adobe, salitrosos y gastados por el paso
del tiempo.
Cada día es igual al anterior y la monotonía presagia al que le sucede.
Prisión, castigo y escarmiento a transgresoras ideas, que se
enarbolan en estandartes de justicia.
Como un pájaro, osó desplegar las alas y entonces, se le acortó el
cielo, cayó en desmesurada agonía al charco lodoso de las censuras.
Canta, cada amanecer desde su celda fría, alegrando con su trino de
cuerdas vocales, a los mismos guardiacárceles, que lo condenan al
exilio de la vida.
Aquí adentro la comida es una compañera, que garantiza saciar la
ansiedad del transcurrir.
Como el ave, espera que en un acto de distracción o misericordia,
una puerta se abra a su libertad.
Entre tanto, canta.
-Madiba- grita uno de los prisioneros, -dame una palabra de
esperanza- y él, con parsimoniosa voz responde: -“Vive la vida como si
nadie mirase, y exprésate como si todo el mundo escuchase”-
-Madiba, no entendemos ¿a quién hablar? Estamos solos, aislados,
contando los días que nos acercan al rescate de la muerte- agregó
otro.
Él, guarda silencio, ante la amenaza del carcelero que golpea los
muros, con su contundente garrote. Y ese sonido retumbante, taladra
los oídos de la desesperación.
En la quietud de la noche se oyen susurros de rezos y desde su
celda, Mandela lee con una luz apenas perceptible, a los ávidos
compañeros de desventuras, los artículos de una Constitución, que le
permitiría alcanzar el título de abogado.
¿Por qué canta el pájaro en la jaula? Porque es su esencia, porque
la misión y el propósito de vida, no se limita a ningún encierro.
-“Más allá de este lugar de cólera y lágrimas, donde yace el
Horror de la Sombra, la amenaza de los años me encuentra y encontrará
sin miedo. No importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargada de
castigos la sentencia, soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi
barca”-
(Invictus. Williams Ernest Henley)
Por Adriana María Scaravilli
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lunes, 1 de julio de 2024
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